lunes, 3 de julio de 2017

Epicuro (341/270 A.C)

Las enseñanzas de Epicuro fueron muy estimadas en su época y sus máximas eran sumamente respetadas por sus contemporáneos. 
Epicuro fue el creador de una comunidad denominada los "filósofos del jardín". Se reunían en una casa que Epicuro adquirió en Atenas, junto a un grupo no solo de hombres sino también de mujeres para cultivar la amistad y la filosofía. Estas dos eran para Epicuro las claves para conseguir la felicidad, a ellas dedico su vida.
La filosofía permitía alcanzar la felicidad, toda persona debía dedicarse a ella. 
La felicidad para Epicuro: estaba dada por aponía (ausencia de dolor), autarquía (no depender), atarxia (ausencia de preocupaciones) y hedoné (el placer). Razón por la cual se lo considera al autor uno de los principales representantes del hedonismo. 
Preocupaciones que el filosofo proponía evitar: el temor a los dioses, a la muerte y al futuro.
El temor a los dioses: Epicuro no era ateo, sin embargo los dioses eran para él, seres demasiados alejados de nosotros. Estos no se preocupaban por nuestros acontecimientos, por lo que carecía de sentidos temerles. 
En cuanto al temor a la muerte: mientras nosotros vivamos, la muerte no ha llegado y cuando llegó, ya no vivimos. 
Respecto del temor al futuro: No tiene sentido temerle porque el futuro ni depende de nosotros y nos es totalmente ajeno. No debemos esperar como si hubiese de venir infaliblemente, ni desesperarnos como si no hubiese de venir nunca. 
El otro factor para lograr la felicidad es la obtención del placer. 
Epicuro proponía diferenciar tres tipos de deseos:
- Naturales y necesarios: Buenos (ej. satisfacer nuestro apetito con un simple y saludable pan).
-Naturales y no necesarios (ej. disfrutar de la comida deliciosa, así como disfrutar placeres espirituales, etc.)
-No naturales ni necesarios: vanos o superfluos (ej. asistir a un opíparo banquete). No son buenos, nos traen dolor, son los mas difíciles de conseguir y los mas fáciles de perder. 
Epicuro nos habla de la importancia de poseer una virtud. Dicha virtud es la prudencia y gracias a ella podemos desechar un placer si este nos ocasiona un mal futuro, aceptar un mal cuando sus consecuencias sean un placer superior, o no caer en la aceptación ciega de un placer si esta nos impide la adquisición de un placer mayor. 
Una vida en privacia, rodeada de amistades y de placeres moderados, con el mínimo de dolores posibles y tranquilidad en el alma, es lo que nos brindara la felicidad y hacia eso debe encaminarse el hombre.

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